El internar a un familiar adicto, llega a ser la última opción que la mayoría de las familias están dispuestas a tomar. En algunos casos, a uno o a ambos padres les resulta insoportable la experiencia de separarse de su hijo y, aunque en su malestar los escuchamos quejarse de lo que implica vivir con la adicción en casa, también han desarrollado una tolerancia en la que han elegido soportar que enfrentarse a la angustia o a la culpa de separarse de su familiar en cuestión.
A otros, les invade la duda aún con las múltiples manifestaciones que confirman que todos sus intentos por frenar el consumo de su familiar adicto han sido fallidos, incrementándose no sólo la frecuencia y las cantidades del consumo, sino también las consecuencias, daños o pérdidas, llegando a vivir lo que hace 2-3 años no acontecía, ni mucho menos, estar viviendo situaciones que acompañan a toda adicción, como son los robos, faltas de respeto, irresponsabilidades, accidentes, hospitalizaciones, deudas, agresiones, engaños, pérdidas de trabajo, de escuela, problemas económicos, etc., etc., que pareciera no ser suficiente para romper el mecanismo de la negación en el que se llega a sostener la familia para seguir lidiando con la adicción de su ser querido, llegando incluso a justificarlo para postergar así la decisión del internamiento con argumentos como: “Lo de mi hijo no es para tanto”, “es la edad, se le va a pasar”, “todos los jóvenes lo hacen”, “yo también lo hice a su edad”, o bien, otras justificaciones asegurando que en el internamiento aprenderá “nuevas mañas” que lo perjudicarán, etc., etc., por lo que, cuando vemos ingresar a un paciente a Comunidad de Sinaí, sabemos que la familia ha recorrido un largo camino en sus intentos por ayudarlo, encontrándose en un estado físico y emocional del lado del cansancio, la desesperación, la impotencia, el enojo o la desesperanza.
Ahora bien, si bien es cierto, no todo paciente con adicción es candidato para un internamiento, ¿cuándo decidir entonces internar a mi familiar adicto? En Comunidad de Sinaí tenemos dos criterios, el primero, es cuando la familia ha recurrido a varios tratamientos ambulatorios sin dar resultados, a veces incluso, el llevarlo a que le hagan una limpia o cualquier otro tipo de remedio mágico y el segundo criterio es, cuando la persona con adicción por más que ha intentado por su propia voluntad frenar el consumo, prometiendo y comprometiéndose, experimenta la terrible vergüenza de vivir una o varias recaídas, sintiéndose decepcionar o no dar el ancho.
Es decir, cuando el consumo ya se salió de control, sin poder asistir a la cita del especialista pues se encuentra bajo el efecto o imposibilitado para cumplir, dándonos cuenta que el internamiento en el aislamiento que se ofrece, también permite tomar control y recuperar la voluntad que se había perdido ante la droga, iniciándose así la abstinencia del consumo necesaria no sólo para los protocolos de desintoxicación que implementa nuestro departamento médico, sino también, para poder iniciar el abordaje terapéutico, pues claro está que un paciente con alcoholismo o drogadicción, no se puede rehabilitar y seguir bebiendo o drogándose.
PSIC. FELIPE VELARDE OCHOA.
(Cédula Profesional: 2457275, Cédula Maestría: 5063437).