Uno de los momentos de mayor impotencia en el tratamiento con las adicciones es justamente cuando nos enfrentamos con la NEGACIÓN.
Este es el primer síntoma en toda adicción, sea cual sea la sustancia. Cuántas veces a los familiares que viven y lidian con la adicción en casa les ha tocado escuchar frases como: “cuando yo quiera la dejo”, “te demostré aquel mes que dejé de consumir y ya ves que sí pude”, “lo mío no es para tanto, hay otros que consumen más que yo”, “estás exagerando, yo no la uso a diario”, “solo la uso para relajarme o para dormir”, “yo nunca me he quedado tirado en la calle”, “mis hijos nunca se han quedado sin comer”, “yo no le hago daño a nadie, ni agresivo me pongo”, “ya no tomo tanto como antes”, “es natural, el cigarro de nicotina ese sí deberían de prohibirlo pues ese sí hace daño”, “fue el aire que me pegó”, “solo la consumo cuando me la invitan pero yo no la compro”, “todos lo hacen”.
Lo que por una parte nos muestran estas frases son algunas formas en las que se presenta la NEGACIÓN, misma que nos confirma que la persona en su adicción ha terminado por desarrollar una relación de complicidad con su droga, a la que encubre y protege, ya sea comparándose con otros, minimizando las cantidades y daños que causa o justificándose.
Y, por otra parte, nos damos cuenta también de cómo hemos llegado a representar la figura de la adicción en una persona que su consumo debe ser de todos los días, de “muchas” cantidades, viviendo al extremo de la degradación de su persona, como el que es llamado “teporocho” o “el drogadicto que vive en la calle”, cuando esta enfermedad la vemos presente en el profesionista, en el estudiante, en la ama de casa, en el especialista de la salud, en el empresario, político, maestro, comerciante, sacerdote y deportista.
Además de la negación, ¿cuáles son los otros síntomas cardinales para dar cuenta de la presencia de una adicción? Uno de ellos, y en el que nos detendremos a revisar, es la OBSESIÓN.
Este pensamiento recurrente e impredecible, que ya se encuentre la persona con adicción presente en una ceremonia, en un salón de clases, en su oficina, en un espacio de convivencia familiar, manejando, un fin de semana por la mañana o una tarde jugando con sus hijos, aparece un interés ferviente por consumir, de estar en lugares donde habrá consumo, con personas que consumen, planeando el encuentro con su sustancia.
De tal manera que comenzará a desarrollar una habilidad para mentir y manipular, protegiendo y encubriendo nuevamente su droga, para que no se la cuestionen, ni se la critiquen, ni lo ataquen o lo juzguen, argumentando que va a tal lugar o con tales personas, cayendo él mismo en el autoengaño.
De qué tamaño es esta obsesión, que hay un momento donde su único interés será consumir, digan lo que le digan o, hagan lo que hagan por intentar frenarlo. En una sesión, un paciente llegó a expresarme: “Ni las lágrimas de mi madre, aunque se me hincara, ni las súplicas de mi hijo me frenaban. Yo ya estaba tomado por la obsesión, sin poder medir las consecuencias, ni prever el peligro…”, siendo justamente por momentos como estos que los familiares llegan a desconocer a su familiar adicto o a sentir que lo están perdiendo.
En Comunidad de Sinaí, sabemos que nuestros pacientes, sobre todo en los primeros días de su internamiento, experimentarán esta OBSESIÓN; otros lucharán con ella, e incluso habrá otros que argumentarán excusas para abandonar su tratamiento, intentando una vez más de disfrazar su adicción.
El mejor abordaje lo tendrán de sus mismos compañeros, en especial, de los que han logrado permanecer en su tratamiento pese a la angustia, a la ansiedad y a todo el malestar por no dejarse guiar por este pensamiento obsesivo, y serán ellos mismos quienes lo invitarán y motivarán a continuar, a confiar, a no caer de nuevo en la NEGACIÓN, pero sobre todo, a sentir esperanza.
La esperanza de que esta obsesión tortuosa es pasajera, que el miedo y la angustia también pasarán y que la única forma de que pierda fuerza (la OBSESIÓN) será resistiéndose ante ella, pero ya no a solas, ni en el aislamiento, sino ahora con su Comunidad en Sinaí.
Como vemos, en la adicción se vive una lucha que pocos tienen la sensibilidad de escuchar, por lo que a una persona con este sufrimiento tratarla peleando con su adicción o violentándolo a él nunca será el camino para una genuina rehabilitación.
PSIC. FELIPE VELARDE OCHOA.
(Cédula Profesional: 2457275, Cédula Maestría: 5063437).
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