Cuando uno recibe una ofensa o un daño, lo natural en el ser humano es sentirnos enojados, sin embargo, hay quienes alimentan la ofensa recibida pasando del enojo al resentimiento, convirtiéndose en una forma de vivir, tal cual lo vemos en las adicciones. El resentimiento llega a ser muchas veces el motor en el impulso del consumo, apareciendo como el motivo “perfecto” para seguir consumiendo, culpando a los demás y victimizándose por lo vivido. En Comunidad de Sinaí, a través de los talleres de Perdón y Reconciliación, les enseñamos a nuestros pacientes un camino distinto al de sancionar y culpar, al de sentirnos víctimas y perder la paz, este camino es el perdón.
Los seres humanos hemos crecido en una cultura de la justicia punitiva, en la que cada vez que nos lastiman aspiramos a que el otro reciba un castigo, fomentándosenos incluso el no perdonar y a quien decida hacerlo, emitimos juicios al referirnos como un “tonto”, sin embargo, para lograr una mejor convivencia, tenemos que cambiar nuestra cultura de justicia por una justicia restaurativa, donde el otro (familiar, compañero de trabajo o vecino) en tanto en su condición de ser humano, merece una restauración de eso que lo ha llevado a actuar y a dañar, pues de no ser así, no habrá manera de acabar con los espirales de la violencia y para lo cual, requerimos de compasión, empatía, humildad y en los tiempos de ahora también de valor, pues como lo mencionábamos anteriormente, perdonar llega a ser una acción que nos puede enfrentar a ser criticados o desaprobados.
El perdón es una palabra que por sí misma tiene mucho poder, sin embargo, no se ha escapado de ser distorsionada en su significado. Perdonar, es mirar con ojos nuevos la ofensa que recibimos, recordándola sin dolor; es un ejercicio de limpieza interior que nos permite ver hacia el futuro, dejando de estar estancados en el pasado, siendo ésta la invitación a perdonar, ya que si bien, el perdón no podrá borrar del pasado la ofensa recibida, pero sí nos ofrece un futuro distinto que el vivir en la oscuridad y en la victimización. Sin perdón, como lo puntualiza el Sociólogo Leonel Narváez (fundador de las Escuelas Para El Perdón Y La Reconciliación), no hay futuro.
Perdón y reconciliación nos plantea también Narváez no son lo mismo. El perdón es un trabajo de “yo con yo”, no necesito la presencia del otro, ni de su conocimiento, puedo perdonar inclusive a personas que ya han fallecido, ya que el perdón es un trabajo de limpieza espiritual. Lo cual nos ayuda a fortalecer la conciencia en la responsabilidad de la rehabilitación de nuestros pacientes, pues pretextos, justificaciones y excusas para volver al consumo hay muchas, pero el deseo por renunciar a su droga y mantenerse en abstinencia, solo una: LA PROPIA DECISIÓN. En este sentido el perdón es un proceso que requiere tiempo y trabajo personal, es una decisión, un acto heroico; es también una transformación emocional que demanda desprenderse del pasado para comenzar a experimentar paz y es, además, una expresión de amor hacia uno mismo. El perdón no es olvidar, ni actuar desde la tolerancia sin límites, ni mucho menos es comunicarme con mi ofensor, pues la reconciliación a diferencia del perdón es un trabajo de “yo con el otro” y consiste en establecer un puente para empezar a recuperar vínculos (que se habían roto) con la otra persona. Puede haber perdón sin reconciliación, pero difícilmente reconciliación sin perdón. Sin embargo, alguien puede decidir perdonar y en algunos casos la reconciliación es imposible o no es aconsejable, para ello, se da la posibilidad de la “reconciliación de coexistencia” con el ofensor, es decir, se puede perdonar en tanto soltar el resentimiento, renunciando a todo deseo de venganza, no necesariamente incluirlo (a) en mi vida o en cualquiera de mis decisiones de mi proyecto a futuro, y no generar ningún tipo de violencia hacia esa persona.
En Comunidad de Sinaí, siempre que sea posible y pensando en el proceso de rehabilitación de nuestros pacientes, involucramos a los familiares de los mismos a vivir nuestro Programa Familiar, siendo otro momento donde ellos nuestros pacientes viven y trabajan dichos procesos del perdón y en el caso favorable de la reconciliación, pues estamos convencidos también de los beneficios del perdón para quien se decida con valor y compasión, como lo son, anular los efectos distorsionadores del resentimiento, retirar de nuestro presente el dolor del pasado y reenfocar la vida de nuestros pacientes.
PSIC. FELIPE VELARDE OCHOA.
(Cédula Profesional: 2457275, Cédula Maestría: 5063437).