En las distintas épocas del México moderno, los creadores, promotores y autoridades relacionados con las artes, se enfocaron de manera particular en el arte pictórico, aunque claro, sin perder de vista disciplinas como la literatura y la música e incluso la arquitectura, de donde surgen personajes de expresión poderosa y abundante que perduran hasta nuestros días; personajes de un México mestizo en mas de un sentido que puso artistas autodidactas, catequistas, liberales, doctos y atormentados en el mismo crisol.
No obstante, el gran bagaje cultural que nos representó como país durante buena parte del siglo XX, se finca en una imaginería construida por autores de obra profusa y de gran significado, que hoy forman parte de las grandes colecciones del mundo. Auténticos consagrados de amplia trayectoria en el muralismo que dio significado a la época, pero antecedidos por un enorme trabajo de caballete profundamente académico de los siglos XVIII, XIX y XX, que andando el tiempo sobrevive a los devaneos políticos y los cambios sociales, enmarcado por un exuberante colorido, el avance técnico, así como la concepción y el compromiso social que cada uno imprimió a su obra.
Es en este concepto estético y en este contexto nacional de la preservación patrimonial que el gobierno estatal y algunos particulares deciden, hace casi tres décadas, iniciar una gran colección que es hoy en día un valor de orgullo para todos los sinaloenses y un patrimonio del que ningún habitante del estado está suficientemente lejos; una de las pinacotecas más importantes del país de acceso libre y casi permanente en el majestuoso edificio que la alberga, el Museo de Arte de Sinaloa. La colección ha sido exhibida en distintas etapas de la vida actual del estado con diferentes motivos y conceptos y hoy nuevamente, el MASIN ofrece una nueva oportunidad para regocijarnos en la contemplación, bajo un nuevo concepto, una mano fresca y una curaduría diferente: “LAS OBRAS MAESTRAS DEL MASIN”.
Con piezas que van desde el modesto y magistral anónimo “San José y el niño” hasta el impactante autorretrato de Diego Rivera, que ha sido solicitado en préstamo por grandes museos y colecciones del orbe, son presentados en esta muestra del acervo sinaloense, en la que resaltan nombres como Juan cordero y sus magníficos retratos que narran el esplendor de una época y sus personajes. La llamada generación de la ruptura es representada en esa muestra por José Luis Cuevas, con una peculiar evocación del personaje literario Auguste Bolte, hecha en crayón sobre papel, en una forma de sublimar el rompimiento con los patrones estéticos de su tiempo, las temáticas impuestas y la técnica.
Dos damas revelan en su obra un fuerte carácter y un trazo definido. Se trata de Lilia Carrillo, también de la generación de la ruptura, de quien se presenta un óleo sobre cartulina llamado “sombras”, así como Fanny Rabel, mexicana de origen polaco de amplia trayectoria en el ámbito teatral donde realiza diversas escenografías, de quien se presenta el oleo titulado “En la Ventana”.
Dos enormes zacatecanos integran la muestra. El atormentado Francisco Goitia, con tres cuadros que sin ser de lo mas desgarrador de su obra, reflejan su percepción de un mundo enfermo, ilógico, umbrío; “Campesino”, “Cabeza de Cristo” y “Esclavo en guiñapos”, y Rafael Coronel, en tanto que bajo el nombre de Dr. Atl, Gerardo Murillo, sin duda uno de los grandes valores de la plástica mexicana ofrece en esta magnífica colección el “Retrato de Rosa Rodríguez”, hecho a lápiz con absoluto dominio del claroscuro y un apunte, también hecho a lápiz de título “Axomulco”, en obvia evocación de la campiña que circunda la ciudad de México.
Mención especial merece la tríada de grandes muralistas, Orozco, Rivera y Siqueiros, no solo por lo que estos representan al arte mexicano y universal, si no por tratarse de obras que datan de un tiempo que los tres realizaron obra de caballete, o en algunos casos, piezas que pudieran parecer bocetos que después serian plasmados en sus murales; “Angelina y el niño” y “Autorretrato” de Diego Rivera, conforman la colección de verdaderas joyas de los muralistas, seguidos de “Torso femenino con brazo levantado”, realizado por José Clemente Orozco en una depurada técnica de gouache en el que asoma su fuerte apego por la monocromía y lo sombrío. Del “coronelazo” David Alfaro Siqueiros, la muestra presenta “El Crucificado” y “Fantasía en Prisión”.
Oaxaca ha ocupado siempre un lugar preponderante en las artes y en este caso no podría ser menos. La paleta fantástica de Rufino Tamayo y la imaginería de Francisco Toledo representan dignamente a ese estado en la muestra. Atanacio Vargas, retratista de gran formato, Ignacio Rosas detallista estricto, Manuel Rodríguez lozano, el llamado pintor de tempestades, Ángel Zarraga y el gran realizador de la gráfica, Francisco Moreno Capdevila, completan con Leopoldo Méndez, Guillermo Ceniceros, Roberto Montenegro y Julio Ruelas esta imperdible muestra de la gran colección de todos los sinaloenses.