Detrás de una pantalla y con la lejanía impuesta por el virus, la joven Linda Maritza brindó apoyo psicológico de manera gratuita durante los primeros meses de la pandemia por COVID-19 en Sinaloa.
Conocer de los cuadros de ansiedad que comenzaron a experimentar la mayoría de sus conocidos ante las circunstancias tan extraordinarias que se vivían, fue lo que motivó a Linda Rojas a ofrecer la experiencia de su profesión de forma gratuita.
Originaria de la sindicatura de Costa Rica en Culiacán, Linda quiso ayudar a su comunidad y colocó un anuncio en sus redes sociales. Sin darse cuenta, la publicación se viralizó y llegó hasta personas de otros estados.
«Esta idea surgió al ver la necesidad que se iba a venir con la pandemia y el aislamiento social, creo que nadie nos esperábamos que fuera de esta magnitud. Sé lo que conlleva, por ejemplo, estar aislados y enfrentar algo a lo que no estamos acostumbrados los seres humanos en sí. Y nació ante todo por el amor que le tengo a mi profesión», cuenta Linda.
Conforme comenzaron las sesiones a distancia, Linda empezó a detectar los mismos patrones entre sus pacientes: ansiedad, incertidumbre y principalmente, el miedo de perder a sus familiares con factores de riesgo.
«La mayoría de las personas eran jóvenes y hombres. Eso fue algo que me llamó mucho la atención porque no es muy común que los jóvenes se preocupen por una situación así», destacó.
Para los pacientes que atendió Linda, la preocupación constante era que sus familiares con enfermedades crónicas o padecimientos de riesgo contrajeran el virus y su condición se complicara hasta llegar a la muerte.
«Personas con cáncer, diabetes, enfermedades que ya de por sí son difíciles para la familia alrededor y con la pandemia había que evitar que estos familiares enfermaran del virus, eso provocó mucho estrés para las familias con pacientes de este tipo», explicó la terapeuta.
La falta de interacción social, el aislamiento, el cierre de actividades y negocios generó cuadros severos de ansiedad que Laura pudo detectar entre sus pacientes.
«Siento mucha ansiedad», «tengo miedo», «me frustra no salir a la calle», eran frases que la psicóloga de profesión constantemente escuchaba durante sus sesiones.
Uno de los casos que Linda aún sigue atendiendo es el de una familia donde fallecieron dos personas, uno de ellos menor de edad.
«Fue un caso que me impactó porque se ha comentado desde que inició la pandemia que los niños son los menos expuestos, pero este niño ya tenía ciertas complicaciones de salud y al contraer el virus, el niño falleció desgraciadamente, entonces la familia está muy afectada y es un caso que sigo acompañando».
Explicó que el proceso de duelo no es tan fácil de llevar, tiene su etapas y en cada persona es diferente, por lo que su labor se enfoca en acompañar a los familiares a lo largo de este proceso.
Linda cuenta que vivir esta experiencia le dejó un gran aprendizaje como ser humano.
«Me sentí muy feliz, en crecimiento y aprendizaje constante, no por ser psicóloga significa que no estoy aprendiendo, aprendo de cada una de las personas que se acercan a mí y agradezco que hayan tenido la confianza de acercarse a mí, realmente sí fueron muchas personas incluso personas de otros estados y es algo que yo agradezco, que hayan tenido la confianza de abrirme su corazón, contarme sus historias y poderles ayudar a sanar».
Texto: Emma Leyva / Ilustración: Martha Rivera / Edición: Miriam Ramírez