El templo de la Ex Misión de Nuestra Señora del Pilar y Santiago de Cocóspera se yergue como único testigo visible de esta reducción fundada por el jesuita Eusebio Francisco Kino hace 333 años. La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), desarrolla desde 2018 un proyecto sistemático para su puesta en valor, mediante trabajos arqueológicos y de restauración que involucran a las comunidades más cercanas.
De esta labor con la sociedad para aquilatar un patrimonio construido que es emblema del poblamiento de la Pimería Alta va la exposición Misión: Cocóspera. Miradas, acciones y caminos, inaugurada la víspera por el director general del INAH, Diego Prieto Hernández. Se compone de 50 fotografías e infografías que muestran el orgullo de los pobladores de Ímuris, frente a esta edificación de adobe que se encubre en el paisaje desértico del norte de Sonora.
Los autores son una decena de jóvenes del municipio que interpretaron el devenir y los significados de esta antigua misión, y destacan los trabajos de protección, exploración y conservación que ha desarrollado el INAH, a través de su representación estatal y la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC).
Como expresó el propio titular de la institución, acompañado del cónsul de México en Tucson, Rafael Barceló Durazo; el director del Centro INAH Sonora, José Luis Perea, y el presidente municipal de Ímuris, Jesús Leonardo García Acedo, “la conservación y restauración de esta antigua misión representa un reto y una deuda esencial, tanto para la sociedad sonorense como para el INAH.
“Esfuerzos significativos e importantes se han desarrollado desde hace al menos 50 años, pero la complejidad de su salvaguarda ha impedido el rescate satisfactorio de su riqueza científica, material y simbólica. Ahora, estos esfuerzos recaen en la mancuerna formada por el arqueólogo Júpiter Martínez, investigador del Centro INAH Sonora, y la maestra Renata Schneider Glantz, en la parte de conservación, quienes coordinan un equipo interdisciplinario”.
La muestra es reflejo del componente comunitario del proyecto “Conservación y restauración de los bienes muebles asociados al inmueble, del templo de la Ex Misión jesuita de Nuestra Señora del Pilar y Santiago”, de la CNCPC, en el cual también se insertó un taller de tradición oral con adultos mayores de Ímuris, cuya juventud pasó en Cocóspera.
Misión: Cocóspera. Miradas, acciones y caminos es posible gracias al apoyo del Centro INAH Sonora y su Museo Regional, cuyo director, Zenón Tiburcio Robles, estuvo a cargo del diseño; así como de los directivos de la citada escuela, del Ayuntamiento de Ímuris y de las asociaciones ciudadanas La Voz de los Himeris e Iniciativa Cocóspera.
Asimismo, tanto la exhibición como la actual temporada de campo en el templo de la Ex Misión de Nuestra Señora del Pilar y Santiago, dentro de la cual se realizó la restauración de dos altares –de cuatro existentes– y se instalará una cubierta provisional, cuenta con el financiamiento de la Embajada de Suiza en México.
La exposición es itinerante, por lo que después de su presencia en la Escuela de Educación Media Superior “Rafael Jiménez Castro”, de Ímuris, recorrerá Cananea y Magdalena de Kino, y probablemente se traslade al Consulado de México en Tucson, Arizona, Estados Unidos, para luego regresar a territorio sonorense, a la ciudad de Nogales y la capital Hermosillo.
Estabilizar una ruina
Desde el arranque de este siglo, la maestra Renata Schneider ha estado involucrada en el diagnóstico del estado de conservación, el análisis de metodologías para su restauración y en la conformación de equipos para atender el mantenimiento en pie de uno de los complejos misionales más importantes del noroeste del país, al cual el abandono y la ausencia de pobladores en sus cercanías en los últimos 150 años –paradójicamente–, le permitió conservarse virgen, sin alteraciones o modificaciones.
Lo que al día de hoy se observa de este templo –advierte– es producto de varias remodelaciones y rehabilitaciones durante las ocupaciones jesuita y franciscana de la misión, ya que esta sufrió continuos ataques de los apaches, así como estragos por problemas de manufactura y falta de mantenimiento.
Sin embargo, apunta Schneider, “aún conserva sus rasgos arquitectónicos predominantes y buena parte de su decoración, aspectos que se manifiestan en dos estructuras que conviven en un espacio de 7.8 x 21.5 m, aproximadamente: una primera construcción a base de adobe y madera con recubrimientos de cal, la cual se encuentra dentro de una edificación posterior que, si bien reutilizó secciones del anterior edificio, fue remozada casi en su totalidad con adobe y ladrillo y recubierta con cal en su exterior y con una compleja decoración de yeso en su interior.
“En general puede decirse que del templo franciscano queda un 40% aproximadamente. Esto aplica también a muchas de las estructuras misionales que rodeaban el templo”. Las causas de esta condición son varias, relativas a su ubicación y orientación; problemas en el sistema y materiales constructivos; naturales, ocasionales –como el sismo de 1887 que destruyó sus torres y su cubierta, solo 17 años después del abandono del lugar– y antropogénicas: vandalismo, intervenciones previas y saqueo.
La actual temporada cuenta con recursos de la Embajada de Suiza en México, y se realizan diversas acciones de estabilización y restitución en sus muros de adobe y elementos decorativos, y se impulsa la definición del proyecto técnico para la reposición de una cubierta para el monumento histórico.
De momento, en las próximas semanas se instalará una cubierta de protección provisional, diseñada en la CNCPC, a base de carrizo y materiales sustentables. La techumbre, con una vida útil de cinco años, contribuirá a mitigar el “golpe” que supone a los materiales de edificación, las variaciones en el clima, vientos y temperaturas superiores a los 40° C en el día y mínimas por la noche, sin contar las duras nevadas invernales.
Asimismo, ha concluido la restauración de dos altares localizados al noroeste y suroeste de la nave, que miden 16 m² y 14 m², respectivamente, aplicando técnicas tradicionales a base de adobe molido, baba de nopal, cargas inertes, pigmentos naturales y cal mezclada con restos de yesería que no pudo reponerse en su sitio original, para dar tono y ligereza a la pasta de yeso.