Por su notable influencia en la actividad económica, creación de nuevos empleos y aporte en la generación de riqueza en los países del continente americano, las empresas familiares desempeñan un papel crucial en el desarrollo y estabilidad de la región.
Sólo en México, se calcula que las empresas familiares aportan más del 80% al Producto Interno Bruto y, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), equivalen al 90% de las unidades de negocio en el país, mientras que en la mayoría de las naciones de América latina, más del 85% de las compañías son Pequeñas y Medianas Empresas (PyMES) familiares.
La presencia activa en diversos sectores y el compromiso a largo plazo con las comunidades locales que las caracterizan, contribuyen al crecimiento sostenible de las empresas familiares. Además, su enfoque en la calidad, el servicio al cliente y en la responsabilidad social empresarial, promueve la confianza y el bienestar en la sociedad.
“Las empresas familiares son organizaciones con una idiosincrasia muy particular, cuya conformación depende en gran parte de las personas que la componen. Además, poseen rasgos comunes como la continuidad, el sentido de pertenencia a una familia, el compromiso con el territorio donde nacieron; pero sobre todo la voluntad de preservar su patrimonio con una actitud promedio más adversa al riesgo y controladora, al menos en las decisiones estratégicas y un espíritu emprendedor, que no solo reside en su fundador” Dr. Pablo Álamo, profesor distinguido internacional de la CETYS Graduate School of Business
Todas estas características les otorgan particularidades y complejidades que las distinguen del resto de los corporativos, pues tal y como no hay dos familias iguales, no hay dos empresas familiares iguales.
Por ello, no es sorpresa que sólo una tercera parte de las empresas familiares sobrevivan a su fundador, y en muchos países sólo el 15% llega a tercera generación. La heterogeneidad de la empresa familiar es un hecho incuestionable pero, la mayoría de ellas, comparten la característica de que la sucesión dentro de ella suele ser un proceso muy complejo.
Por una parte, se presenta el fenómeno de que los propietarios prefieren vender antes de que la siguiente generación herede la empresa, por motivos variados: algunos porque no ven en la siguiente generación un compromiso suficiente, quizá porque no hay una verdadera vocación empresarial en los herederos; en no pocas ocasiones se decide vender porque la siguiente generación presenta altos niveles de conflicto, que llevados al negocio familiar implicaría que éste perdiera competitividad y valor en un mediano o incluso corto periodo de tiempo.
“Un tercer motivo que ha influido en la decisión de venta es la complejidad de los negocios hoy, sobre todo en algunos sectores, que obligan a crecer y a establecer alianzas, a perder el total control del negocio. En otras palabras, algunos fundadores prefieren vender porque no quieren asumir las consecuencias de perder el control de la compañía o de hacer crecer la empresa para posicionarla a otro nivel, que implica una institucionalización de la gobernanza y una profesionalización de todos los procesos, y entonces deciden vender cuando todavía pueden obtener a cambio el dinero suficiente para garantizar un retiro seguro y placentero”
El ser humano es innovador por naturaleza, añadió, y gusta de probar cosas diferentes y experiencias que le sorprendan; a veces como efecto del uso de la inteligencia, otras veces por simple tendencia a rebelarse al pasado o a la herencia recibida, sin necesidad de ningún argumento convincente.
Esta realidad, llevada al mundo de la empresa familiar, se manifiesta en la ley del péndulo, pasando de una etapa en la que la mayoría de los involucrados veían su futuro dentro de la empresa familiar, a la etapa actual donde es muy reducido el número de hijos o hijas que ven su proyecto de vida dentro de ella.
“Es importante aprender de las experiencias de otros. La alta mortalidad de los emprendimientos familiares nos invita a hacer las cosas muy bien desde el principio. Árbol que crece torcido es muy difícil de enderezar; por eso, desde CETYS, invitamos y apoyamos a las familias empresarias a que tengan buenas prácticas corporativas, tanto en la empresa como al interior de la familia, para sentar las bases de una larga y exitosa vida como empresa familiar. Trabajar en este esquema es una de las mejores maneras de crecer y trascender como persona, si la empresa cuenta con políticas de excelencia y valores éticos sólidos. Por este motivo, el porvenir que auguro a la empresa familiar es muy positivo”