Año con año, la llegada del horario de verano es sinónimo, además de adelantar una hora los relojes, de reajustar el reloj biológico, lo cual genera confusiones y molestias en algunas personas.
Aún así, actualmente, 77 países lo implementan, ya sea en todo su territorio o en algunas partes de él, mientras que la mayoría de las naciones de África, Asia y América del Sur no observan algún tipo de horario de verano, compartió la Dra. Bertha Martínez Cisneros, coordinadora de la Licenciatura en Logística Internacional de CETYS Universidad Campus Mexicali.
“De entre ellos destacan Japón, India y China, que son países industrializados importantes que tampoco siguen el cambio de horario. De hecho, en la actualidad la tendencia parece ser la eliminación de este cambio”, señaló.
Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea han surgido propuestas legislativas con el propósito de terminar con esta práctica, argumentando que cuando se empezó a implementar, el cambio de hora fue ligado al ahorro de energía y, sin embargo, no hay estudios concluyentes que evidencien que retrasar y adelantar las manecillas del reloj conlleven menos gasto energético, sobre todo ante los recientes cambios en la sociedad y el cada vez más frecuente uso de tecnologías amigables con el medio ambiente.
Pero, ¿Podrían ser los encargados de las políticas de medios de transportes quienes tengan la última palabra sobre los cambios de horario?
“Puede parecer extraño, considerando que la hora afecta a las personas independientemente de si están en movimiento o no. Pero esta decisión podría tomarse desde el hecho muy real de que los desacuerdos en los sistemas de cronometraje pueden ser especialmente complejos y potencialmente peligrosos cuando se trata de redes de transporte”, alertó la coordinadora.
No se trata sólo de inconvenientes en los itinerarios de los trenes o aviones, sino que podría surgir un escenario de mosaicos durante el horario de verano o de invierno. La coordinación de cada uno de los países considerando su ubicación geográfica será vital para la operación de la logística internacional, en tanto más naciones vayan tomando la decisión de descartar el horario de verano.
Por ejemplo, en el contexto de la Unión Europea, donde mayoritariamente operan sin fronteras, donde muchos aeropuertos, estaciones de tren importantes e incluso algunos sistemas de transporte público prestan sus servicios a más de un país, el potencial de caos en el tránsito debido a la falta de coincidencia de relojes sería considerable. Y aunque estos parecen desafíos esencialmente europeos, no serían los únicos que enfrentarían estos dilemas.
“En un casi similar, la región norteamericana integrada por Canadá, Estados Unidos y México, tendría que regular en conjunto sobre los cambios de horario y definir si los estados pueden optar por usar o no el horario de verano/invierno, así como las fechas en que cambian los relojes para mantener su logística coordinada, especialmente en las operaciones de cruces fronterizos”.
El Senado de los Estados Unidos ha aprobado mantener el horario de verano a partir de noviembre de 2023, surgiendo la interrogante de si en México se mantendrá el horario de verano o no, teniendo en cuenta que se trata del socio comercial más importante para este país.
Sabiendo que los cambios de hora surgieron durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial como una forma de reducir el uso de energía, cambiando la jornada laboral para adaptarse a la ventana de luz diurna disponible, y que la mayoría de los países abandonaron el hábito algún tiempo después de la guerra, solo para volver a adoptarlo durante la crisis del petróleo de la década de 1970, “se debe considerar que, desde entonces, muchas cosas han cambiado y tal vez llegó el momento de establecer una nueva forma de manejar los horarios; lo que es definitivo es que las cadenas de suministros globalizadas hoy obligan a establecer políticas comunes entre los países, con relación a los cambios de horario”, concluyó la especialista.