A sus 25 años, Karely cumplía el sueño que había anhelado desde su adolescencia: ser médico. Lo que no pudo haber imaginado nunca en esos sueños adolescentes es que trabajaría dando consultas médicas por teléfono y a la distancia.
La joven médica formó parte de la Línea Covid que implementó la Secretaría de Salud en Sinaloa para brindar asesorías clínicas a través del Call Center especializado en la atención de pacientes y sospechosos de COVID-19.
Antes de la crisis sanitaria, Karely Rojas practicaba sus servicio social en la clínica de Medicina Familiar del ISSSTE como médico general, y el horror que ha vivido en la pandemia no lo imaginó ni cuando cursaba sus clases de epidemiología en el segundo año de universidad.
«Yo no me imaginaba que iba a llegar una pandemia, uno cuando estudia medicina conforme va aprendiendo se da cuenta de muchas cosas, de que quizá no hacemos como ciudadanos lo necesario para cuidar nuestra salud. Pero jamás me imaginé que iba a estar consultando por teléfono o por WhatsApp», cuenta.
El trabajo en la línea Covid consistía en un horario de ocho horas, de lunes a domingo. Cada paciente se podía llevar desde 10 minutos hasta media hora por llamada, algunos tienen enfermedades muy complicadas y otros que sus síntomas eran muy leves.
El primer paso era saber en qué situación general se encontraba el paciente, después se clasificaba y de acuerdo a la gravedad se le daba una atención personalizada.
«Yo le dedicaba en una consulta pequeña al menos diez minutos por teléfono y otra ya más extensa hasta 20 minutos. Hacía un interrogatorio clínico de primera instancia, para conocer los antecedentes, si los pacientes tenían alguna enfermedad como diabetes, hipertensión, si eran obesos, o los demás factores de riesgo y respecto a Covid si se había estado en contacto con alguien que tuviera prueba positiva, en aquel momento se les hacía la pregunta si habían viajado por el país o a lugares donde había muchos casos confirmados de Covid, si en su casa había personas con síntomas Covid, entre otros», recuerda.
Aunque la asesoría telefónica pareciera ser una labor sencilla, con el pasar de los días y el incremento de la pandemia, se convirtió en uno de los retos más difíciles para Karely.
La joven médica se enfrentó a situaciones a las que no podía dar una solución. En muchas ocasiones le tocó tratar a pacientes que a pesar de que tenían sospechas o eran positivos no podían faltar a su trabajo y ante eso, a Karely no le quedaba más que dar todas las indicaciones para su cuidado y confiar en que ese paciente no seguiría propagando el virus.
Cuenta que uno de los principales retos al brindar asesoría clínica por teléfono es que no se puede ver al paciente, por lo que se le debe creer en todo lo que dice y aprender a diferenciar o reconocer los términos que usa el paciente y los términos médicos.
«En la escuela nos enseñan a explorar pacientes, a identificar, a diagnosticar, pero no nos enseñan los términos que usan las personas en general, por ejemplo la chicochuela, yo no sabía qué era eso y la chicochuela para algunas personas es la rótula, el hueso de la rodilla, yo lo aprendí con un paciente que me dijo: es que me duele la chicochuela», explica entre risas.
Para Karely, como muchos especialistas, el contacto directo en un consultorio es lo mejor para diagnosticar. La enfermedad se puede ver en el estado de ánimo, en el rostro, en la forma de caminar, pero detrás de un teléfono todo se vuelve más complicado.
De entre los cientos de pacientes que Karely atendió, no olvida y lamenta dos defunciones de pacientes que le fueron asignados. En especial recuerda a una señora joven, de 54 años, a la que estuvo tratando por un poco más de ocho días.
La mujer presentaba fatiga y dificultad respiratoria que le impedía hablar, por lo que en varias ocasiones Karely tuvo que entrevistarse con la hija de la mujer para conocer su estado de salud.
Fue en el décimo día cuando Karely recomendó acudir de inmediato a un hospital pues la situación no mejoraba y se había agotado todo lo que ella podía hacer por teléfono.
A pesar de que la mujer fue hospitalizada y ya no se trataba de una paciente a su cargo, Karely no dejó de llamar a la familia para conocer su estado de salud, hasta que un par de días después finalmente los familiares le contestaron el teléfono para informar que había fallecido.
«Es feo recibir ese tipo de noticia por teléfono porque a pesar de que yo no conocí jamás la cara de la señora, la cara de la hija, uno entabla una relación con su paciente; y a pesar de todo y de la resolución que tuvo el caso de la señora, me dieron las gracias, porque dicen ellos que yo les dí la atención adecuada, que me agradecen mucho porque estuve pendiente de ella y que les dije cuándo debían de ir al hospital», recuerda aún conmovida.
Karely se siente muy satisfecha con su labor en la línea Covid y ahora forma una parte importante de su vida. Aprovecha el espacio para recordar que la pandemia aún no se termina y lo único que resta a la ciudadanía, sea médico, enfermera, ingeniero, vendedor ambulante, es seguir cuidándose.
Al 9 de julio del 2021 en Sinaloa, 45 582 personas habían padecido COVID-19, de las cuales más del 14 por ciento fallecieron, porcentaje superior al promedio nacional que de acuerdo a datos de la Secretaría de Salud es del 9 por ciento.
Texto: Istar Meza / Ilustración: Martha Rivera / Edición: Miriam Ramírez