Dentro de la ciencia ficción como fuera de ella, una larga lista de distopías han salpicado la historia de la literatura, llamándonos a reflexionar sobre la civilización y su fragilidad, el poder y sus excesos.
Conviene, primero, partir de la definición de distopía: término opuesto a utopía. La palabra está formada con las raíces griegas dys, que significa “malo” y topos, que se refiere a “lugar”. Así, la distopía es un “lugar malo”, más precisamente “una representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son causantes de alienación moral”, señala el escritor español José María Merino.
No hay mejor antídoto contra el futuro distópico que la propia difusión de la distopía
Las obras de culto “Un mundo feliz” (1932), de Aldous Huxley, “1984” (1949) escrito por George Orwell y “Farenheit 451” (1953), por Ray Bradbury son conocidas como la Trilogía fundacional del género y santísima trinidad de la literatura distópica.
Estos clásicos de la literatura del siglo XX revelan una sombría metáfora sobre el futuro. Las novelas presentan una sociedad avanzada, con ciertos aspectos tecnológicos al servicio de los intereses de quienes gobiernan.
Describen un mundo en el que finalmente se han cumplido los peores vaticinios: triunfan los dioses del consumo, la comodidad, el control y han sacrificado valores humanos esenciales, y lo más destacable es que está prohibido leer, porque leer es pensar y esto les impide ser ingenuamente felices.
Estos escenarios distópicos del siglo XX nacían de la percepción de un riesgo real, sin la pretensión, como alguna vez lo declaró Aldous Huxley, de profetizar lo que nos esperaba, sino para lograr que no se cumpliesen.
Brave New World es una adaptación televisiva más reciente de Un mundo feliz de Aldous Huxley, con algunas variaciones; fue lanzada por Peacock en 2020 y solo cuenta con una temporada. La primera adaptación para la televisión se realizó en la década de los 80.
La primera adaptación de 1984 fue para la televisión a cargo de BBC en 1954. La primera adaptación al cine llegó en 1956, dirigida por Michael Anderson. Luego en 1984 se estrenaría una nueva versión cinematográfica por Michael Redford; está ha sido la más popular. Fahrenheit 451 fue adaptada por primera vez en 1966. Posteriormente en 2018 la docena HBO lanzó su versión dirigida por Ramin Bahrani y protagonizada por Micael B. Jordan.Así pues, “1984” muestra un mundo en el que pensar diferente no es permitido, donde la forma de hablar o dirigirse es impuesta para eliminar ideas que el poder considera no funcionan y desestabilizan, donde quien controla la historia, controla todo. Un protagonista que teme a las faciales día con día porque el gran hermano lo observa con una cámara. En este escenario no existen los libros.
En “Un mundo feliz”, a diferencia de la anterior, no se puede pensar diferente, pero no por prohibición, sino porque esa posibilidad no es accesible y donde también los libros, aunque existen, están prohibidos. La sociedad está conformada por una especie de subdivisión de clases, de tipos de sujetos, los cuales fueron planificados desde el momento de su concepción, con sus aptitudes, potencialidades, estatura, y sobre todo, gustos, determinados y diferenciados. Cada ser, dependiendo de cómo fue fecundado, tiene un rol específico asignado en la sociedad en el que se siente feliz ya que fue manipulado desde el principio para que así sea.Siguiendo la línea de las anteriores sociedades distópicas, en Farenheit 451, no existen los incendios gracias al desarrollo tecnológico; paradójicamente, los bomberos ya no se dedican a apagar incendios, más bien se encargan de incendiar, de incendiar libros. El gobierno considera que poseer libros es un acto de traición que implica un gran peligro para la sociedad. Por eso, en caso de que alguien denuncie la tenencia de un libro, los bomberos acuden urgentemente e incendian toda la casa, incluso si tiene personas dentro. Al igual que en “Un mundo feliz”, los protagonistas tienen tan bloqueados sus sentimientos naturales que no pueden ni siquiera leer un libro porque no lo entienden.
De esta manera la manipulación y el control al acceso a la información son los temas que toman más protagonismo en estas novelas y que, tristemente, en nuestra actualidad no ha sido necesario modificar el contenido de los libros, tampoco prohibirlos o quemarlos. Tenemos tantos medios de distracción mucho más fáciles de procesar, que simplemente se han transformado en algo “aburrido.
El boom del entretenimiento distopíco juvenil
Nos cuesta creer que algo pueda sorprendernos y, a la vez, nos sorprende. Actualmente, existe un gran número de novelas, películas y series de televisión distópicas, algunos ejemplos son Los juegos del hambre, Black Mirror, las cuales critican la deshumanización en una sociedad tecnológica donde los protagonistas son los móviles, internet, las redes sociales y pantallas, y la dependencia que estas generan.
La temática principal de estos contenidos distópicos juveniles son la alienación humana y la supervivencia en sociedades totalitarias corruptas y degradadas. Tienen fuerte espíritu crítico, son una llamada a la rebelión, al anhelo del cambio, al inconformismo ante lo que sucede, a no aceptar que lo peor está por llegar. Especialistas en ciencia ficción consideran que su éxito se debe a que son una forma de escape y evasión, incluso por el contrario, que estos contenidos generan en los jóvenes aspiración social a que todo cambie, y sean, quizá, un alimento de la rebeldía.
Lo cierto es que saga tras saga, temporada tras temporada, el género distópico nos mide el lomo y da cuenta de nuestra ansiedad mientras refleja también nuestra realidad. “la vida actual nos mantiene en estado de alerta permanente, con la sensación física de que algo importante va a ocurrir en cualquier momento”, considera el escritor Jorge Carrión, esto también porque mayor información redunda en mayor sensación apocalíptica.
Para reflexionar
Si vemos la realidad del 2020 y actual 2021, estamos en medio de una pandemia que apenas habíamos visto en las novelas, series y películas de ciencia ficción más recientes y que aún cuando nos habíamos dado una idea de lo catastrófico que podía ser una situación así, no estuvimos lo suficientemente preparados para sobrellevarla.
Expertos consideran que al menos la ciencia ficción distópica nos ha servido para aumentar nuestra reserva de metáforas y que si la literatura expresa partes de la realidad y de nosotros mismos, entonces gracias a ella, al menos disponemos de metáforas que nos ayudan a iluminar esta situación: a entendernos mejor a nosotros mismos dentro del desastre.