El azúcar es uno de los alimentos más demonizados de los últimos años. En esencia, es una fuente de energía necesaria para el correcto funcionamiento de órganos tan importantes como el corazón o el cerebro. Sin embargo, su consumo en exceso provoca importantes problemas de salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que los azúcares libres no debería suponer más del 10 por ciento de la ingesta calórica diaria (sin contar el presente en frutas, lácteos o verduras), lo que equivaldría a unos 50 gramos en un adulto normal, si bien reducirlo al 5 por ciento (25 gramos) tiene beneficios adicionales.
Este tipo de azúcares e hidratos simples se digieren de forma rápida y pasan inmediatamente al torrente sanguíneo, lo que produce picos de glucosa.
Pero no son pocos los que ignoran estas directrices, lo que da origen a multitud de enfermedades, como la diabetes o la obesidad. Ambas patologías han ido en aumento en los últimos años en todo el mundo.
Países más consumidores
México se encuentra entre los 10 países con mayor consumo de azúcar a nivel mundial, con un promedio anual de 4.4 millones de toneladas, según datos del United States Department of Agriculture.
Por su parte, India lidera el consumo global, con un total de 29.5 millones de toneladas al año, consolidándose como el principal consumidor de este producto en el mundo.
En segundo lugar se ubica la Unión Europea, con 16.4 millones de toneladas, seguida de China (15.7 millones de toneladas), Estados Unidos (11 millones de toneladas) y Brasil (9 millones de toneladas).
En sexto lugar se posicionó Indonesia (7.6 millones de toneladas), en séptimo Pakistán (6.6 millones de toneladas), en octavo Rusia (6.1 millones de toneladas), en noveno México (4.4 millones de toneladas y en décimo Egipto (3.7 millones de toneladas).
Impacto
El impacto del azúcar en la salud va mucho más allá de los trastornos metabólicos. Diversos estudios han identificado una relación entre el consumo elevado de azúcar y el deterioro de la memoria.
Investigadores de la Universidad de California Los Ángeles concluyeron luego de un estudio que una dieta alta en fructosa a largo plazo altera la capacidad del cerebro de aprender y recordar información”. Un año después, otro equipo científico detectó daños específicos en el hipocampo, la región cerebral clave para la memoria, asociados a la ingesta excesiva de azúcar.
El vínculo entre dieta y salud mental también ha sido objeto de análisis. Un estudio británico sobre la ansiedad relacionada con la alimentación observó que las personas con trastornos del estado de ánimo suelen tener dietas de mala calidad, bajas en frutas y verduras pero elevadas en grasas y azúcares.
El metabolismo del azúcar también repercute en la regulación del apetito. La insulina, hormona producida por el páncreas, permite que el organismo utilice la glucosa como fuente de energía. Cuando la ingesta de azúcar es elevada, el páncreas debe secretar grandes cantidades de insulina, lo que no solo incrementa el riesgo de diabetes, sino que también altera el equilibrio de otras hormonas como la leptina y la grelina, responsables de la sensación de saciedad y el hambre, respectivamente. Esta disrupción favorece el consumo continuado de alimentos, lo que contribuye al sobrepeso y la obesidad.











