Frecuentemente escucho el interés de los padres por saber y tener en sus manos la fórmula para evitar que sus hijos prueben drogas y, ante la falta de recetas que les de la garantía de cómo evitar dicho propósito, veo como algunos terminan desarrollando comportamientos del lado del control y la manipulación, recurriendo a las amenazas y al chantaje, teniendo todos estos comportamientos como motor, justo el miedo intenso de que llegue a ocurrir. Por otro lado, están también los padres a los que, este mismo miedo intenso les provoca el desarrollo de pensamientos obsesivos, donde se construyen situaciones imaginarias que hasta ese momento no están ocurriendo y, sin embargo, las viven y las sufren y otros, en situaciones más extremas, terminan con sus formas de actuar de alguna manera provocando lo que tanto temían y querían evitar…. su hijo ya se encuentra experimentando el consumo de drogas.
Sin embargo, hay una situación para la cual los padres no nos preparamos, seguramente porque todavía muchos creemos que las drogas son un escenario muy alejado a nuestros hijos; la cual es: ¿Cómo tendría que reaccionar la primera vez que vea que mi hijo consume drogas? De entrada, habría que decir que la primera vez que el padre ve, no llega a ser la primera vez del consumo del hijo, ya sea porque en estas primeras experiencias el hijo tiene tal cuidado para ocultar, o bien, a los padres poder abrir los ojos y aceptar que mi hijo no se está comportando de la manera que yo espero y quiero ver en él, hace que esa primera vez que el padre logre ver se prolongue, habiendo papás incluso, con hijos con consumo frecuente de drogas, que les llevó de 4 a 6 años poder ver lo que hacía años estaba a la vista de muchos, de los vecinos, de la escuela y de otros familiares y amistades.
Otros papás llegan a armarse de valor y deciden realizarle un antidoping a su hijo en las primeras sospechas que llegan a tener, sin embargo, al cuestionarles qué acción tomarían de resultar positivo se quedan tibios…
¿Qué hacer entonces cuando la realidad nos confronta de tal manera que ya no podemos tapar el sol con un dedo?, a veces, resulta increíble como el miedo intenso del que hemos venido hablando, hace que nos resistamos y aferremos a no quitar el dedo y es justo cuando los familiares comienzan a aprender a vivir sin hablar de nada que roce el tema del consumo del hijo, ya sea porque hay alguien que se va a enojar o bien, para no mover el dolor, comenzando a desarrollar también conductas compulsivas con la intención de anestesiar o de evadir, enfocándose en exceso al trabajo, en el aseo y orden de la casa y otras veces en el ejercicio o en la comida. Hablar y permitirnos sentir, es justo el primer paso a alcanzar, pero ¿hablar de qué? Y, sobre todo, ¿cómo lograr hablar con un hijo sin sermonear, sin atacar, sin enjuiciar e incluso sin regañar?
En Comunidad de Sinaí, ofrecemos un Programa Familiar donde enseñamos a que los padres de nuestros pacientes logren hablar, pero no de sus hijos, sino hablar de ellos mismos y de sus emociones, estamos convencidos además que, hablar desde el corazón y no desde la razón, desarma a cualquier ser humano. Hablar de uno mismo significa dejar poner el acento en el hijo y, cuando se tenga que hacer referencia a alguna situación o conducta del hijo relacionada con el consumo sugerimos se haga de manera descriptiva, describir lo que yo como papá directamente vi, escuché, encontré, etc., permitirá al papá hablar desde su propia experiencia evitando interpretar y emitir juicios, para aterrizar después en lo que emocionalmente se experimentó, desde el miedo, el enojo y/o el dolor.
Hablar, permite también dejar en claro que no estamos de acuerdo y, por ende, serán situaciones que no podremos seguir apoyando, y es justo aquí donde el padre tendrá que informar qué acciones específicas han decidido llevar a cabo, acciones que implique el retiro de algún privilegio o de algún elemento que de alguna manera contribuyó a facilitar el consumo de la droga.
Hablar, permite iniciar un proceso que cada familia llevará con su hijo en particular, pues hay algo que se tendría que cuidar y es, no hacer de este proceso una lucha donde el hogar termine convirtiéndose en un campo de batalla…
Acércate a Comunidad de Sinaí, podemos seguirte orientando e incluso a vivir la experiencia de nuestro Programa Familiar aún que tu hijo no quiera la ayuda.
PSIC. FELIPE VELARDE OCHOA
(Cédula Profesional: 2457275, Cédula Maestría: 5063437).