Hace seis décadas, un pequeño local sobre la avenida Madero en el corazón de Tijuana se convirtió en el inicio de una gran historia. Con apenas 600 dólares, los ahorros de toda una vida, Ricardo Martínez Apodaca y su esposa Delia Apodaca compraron un modesto restaurante llamado El Gallo. A partir de ese momento, la vida de la familia cambiaría para siempre, y con ella, también el sabor de la ciudad.
Lo que comenzó como una tortería con un menú sencillo —tortas de lomo y caldo de res— fue evolucionando con los años en respuesta al cariño y la demanda de los clientes. La fórmula era clara: comida honesta, abundante y hecha con dedicación. Así, Ricardo’s no solo ganó estómagos, también corazones, convirtiéndose en un referente culinario para locales y visitantes.
Ricardo Martínez, hijo de los fundadores, recuerda con orgullo cómo sus padres, con la ayuda de una sola cocinera, levantaron el negocio a fuerza de trabajo y visión.
“Lo que nos dio el éxito fueron las tortas, no hay truco”, dice con franqueza.
Ricardo Martínez, director de Restaurante Ricardo’s.
La expansión fue inevitable. Con el tiempo, adquirieron los locales vecinos y transformaron lo que fue un mercado chino en una cocina industrial y comedor, consolidando la ubicación principal del restaurante en la esquina de la calle Séptima, donde sigue operando con fuerza.
Hoy, la tercera generación lleva el timón. Andrei Hungar Martínez, nieto de los fundadores, dirige la empresa con una visión que honra el pasado y abraza el futuro. Tras la pérdida de sus abuelos en 2020 y 2021, Ricardo’s emprendió una reestructuración profunda, enfocada en fortalecer su operación, sin perder su esencia familiar.
“El compromiso ahora es regresarle a Tijuana todo lo que nos ha dado”, afirma.
Actualmente, Ricardo’s cuenta con tres sucursales activas, un equipo de entre 115 y 130 colaboradores y una sólida proyección de crecimiento. Pero más allá de sus cifras, el verdadero valor de Ricardo’s está en su conexión con la comunidad, en los recuerdos que ha creado alrededor de la mesa y en ese sazón inconfundible que ya forma parte del alma gastronómica de Tijuana.