La noche del viernes se inauguró en la sala uno del Museo de Arte de Sinaloa la obra “Verdades descubiertas” del maestro Antonio López Saenz, que consta de 24 piezas, de las cuales se exhibieron 16 de ellas, algunas prestadas por su familia, otras que son parte del acervo del museo y una más prestada por un particular.
En la exhibición participó el Club Venados de Mazatlán, ya que en la temporada 2022-2023 reconocieron a Antonio López Saenz como mazatleco ilustre en beisbol y cultura, honrando su trabajo al seleccionar a algunos de sus personajes para ilustrar los jerseys de los uniformes
En las obras de Antonio López Saenz hay una invitación al viaje permanente de la serenidad. Una complicidad con el pincel y los colores que inauguran en nosotros nuevos espacios que a la reflexión convidan.
Intensidad del silencio, plenitud de la contemplación y la confidencia, esa es la base de la tonalidad a la que nos traslada el solar universo de Antonio López Saenz.
En una época tan bulliciosa como la nuestra, el silencio se vuelve una bendición apreciada. Una manera de acercarnos al misterio de la inmensidad de esos espacios abiertos, cerrados e infinitos, que en sus telas y esculturas remueven nuestra memoria. Aún en los cuadros con grupos musicales o aire de fiesta, uno se siente mirar una postal añeja o que el tiempo se ha detenido.
Maravilla de los espacios, diálogo de la presencia… Cuánta intimidad humana contenida a cada paso del pincel. Hay en sus obras una luz ajena a las estridencias de otros autores de su generación y de manera amable, cenital, otorga la sensación de que entramos en una alcoba donde alguien mueve con suavidad una cortina, se enciende un quinqué olvidado o el sol es cubierto despacio por una nube.
Su estrategia formal logra dar a colores de origen terrosos o minerales un destello solar, surgido de la composición armónica y el equilibrio tonal de esos elementos. La pintura es la última guardia de los ladrones del fuego, pero antes de encender la llama, es menester conocer la fórmula alquímica de logra encender la revelación que aquí nos susurran, con galante complicidad, todos esos universos fascinantes, concretos, en verdad inolvidables.
Hay aquí personajes y edificaciones que parecen más surgidos del paisaje que les rodea; un lenguaje esencial de gestos y posturas amarfilados con la recuperación sutil de las atmósferas.
Antonio López Saenz viene a paso callado, delante de la luz, y es dueño del tiempo de dónde nació el horizonte visual y anímico de los sinaloenses. La luz de Sinaloa tiene su casa en cada uno de sus lienzos. Y nosotros nos sentimos de vuelta a casa.