En una ciudad fronteriza donde la cocina vive en constante evolución y muchos proyectos van de paso, Dimitris Cocina Griega ha construido una historia distinta: la de la permanencia. Fundado por Dimitris Brezas en los años ochenta, este restaurante en Tijuana es hoy un espacio donde tradición e innovación conviven, gracias al trabajo compartido entre padre e hija.
Dimitris llegó a Tijuana con una maleta de recetas y un profundo respeto por sus raíces. Creía que la autenticidad no solo era una propuesta culinaria, sino una forma de conectar con otros. “No venía buscando un restaurante lleno, venía a cocinar como en casa, con calidad”, ha dicho en más de una ocasión. Y fue precisamente esa honestidad en la cocina lo que lo mantuvo firme en una ciudad donde la gastronomía cambia a ritmo acelerado.
Décadas después, su hija Athenea Brezas, formada como repostera en Europa, comparte con él no solo la cocina, sino el liderazgo del negocio.
“Desde niña me vi en esta cocina. Primero ayudando en caja, luego aprendiendo a mezclar ingredientes”, recuerda Athenea.
Aunque estudió en Londres y Grecia, su verdadera escuela fue el restaurante familiar, donde aprendió los valores que sostienen a todo emprendimiento duradero: la disciplina, la pasión y el respeto por los ingredientes.
Ambos hablan del otro con genuina admiración. Dimitris Brezas destaca la puntualidad, estructura y compromiso de su hija, incluso ahora que también es madre. Athenea, por su parte, reconoce la influencia de su padre:
“Mi papá no concibe cocinar sin aceite de oliva”, dice con una sonrisa, “pero más allá de eso, me enseñó que el compromiso con la calidad se hereda”.
La cocina que comparten es más que un espacio físico: es una coreografía precisa basada en la confianza. Mientras él se dedica a los platillos principales y a mantener viva la sazón griega, ella se encarga de los postres, fusionando técnicas europeas con sabores familiares. El resultado es una propuesta sólida, donde lo clásico y lo contemporáneo no compiten, sino que se enriquecen mutuamente.
Más allá del restaurante y la repostería, los Brezas han convertido su trabajo en un proyecto cultural. Organizan eventos temáticos y festivales griegos que se han vuelto tradición en la ciudad. Este junio, como parte del Día del Padre, preparan una cena especial con actividades familiares, fieles a su visión de celebrar tanto las raíces como el futuro.
“No somos un restaurante que se deja solo. Para que un negocio dure 40 años, se necesita estar presente”, afirma Dimitris con convicción.
Su historia es prueba de que, en los negocios familiares, el verdadero secreto no está solo en las recetas, sino en el tiempo compartido alrededor de la mesa, en la capacidad de adaptarse sin perder el alma y en la voluntad de trascender juntos. Esa es su mayor herencia.