El telón se abre y la magia comienza. El escenario se convierte en un campamento donde un grupo de niñas, soñadoras y traviesas, juegan a ser grandes. Entre risas, cuentos e incomodidades, exploran la vida adulta, reflexionando y creciendo con cada paso, con cada cambio de vestuario. No son actrices profesionales, pero eso no importa. Son niñas y mujeres de negocios de AMMJE, dirigidas por Saya Producciones, que han convertido su gusto por este arte en un espectáculo con causa: apoyar a Malala Academia.
El público se sumerge en un viaje donde la música es el puente entre generaciones. Cuando seas grande, de Miguel Mateos, resuena con fuerza y captura ese deseo infantil de alcanzar la adultez sin saber aún lo que implica. Las niñas juegan a crecer, y de pronto, ya son adultas. Canciones como Por favor, déjenos bailar, de Enanitos Verdes, inyecta energía al escenario.
Pero no todo es rápido y festivo. En medio del bullicio, surgen confesiones. Algunas hablan de la pérdida, otras del abandono; hay abrazos, hay lágrimas contenidas y hay música que acaricia el alma, como Eres tú, de Mocedades, que envuelve la escena con su melancolía, mientras las chicas, ahora adultas, se sostienen unas a otras.
Luego, la alegría regresa con Me enamoré en un bazar, de Flans, Claridad, de Menudo y Mickey, de Timbiriche, donde los colores, la coreografía y las sonrisas iluminan el escenario. La transición entre niñas y mujeres siempre es evidente: adultas que juegan a ser niñas, niñas que sueñan con crecer.
El ataque de la chica cocodrilo es su himno, su grito de rebeldía y fuerza. Las risas contagian y el público canta, es un momento de liberación, de empoderamiento, de amistad genuina. Y cuando la obra está a punto de terminar, el mensaje se sella con Cuando seas grande y Fiesta en América. El elenco entero baila en el último acto, celebrando la vida, la infancia, la hermandad.
Las dos funciones fueron un éxito. Las butacas llenas, los aplausos de pie, la emoción palpable. Padres, amigos, espectadores nostálgicos corearon cada tema, reviviendo sus propias historias a través de esas canciones.
El Club de las Chicas Cocodrilo, más que una obra de teatro, fue un sueño compartido, una declaración de amor a la infancia, a la música y a la posibilidad de hacer algo grande, sin importar la experiencia, sino la pasión. Y eso, sin duda, quedó en el corazón de todos los que fueron parte de esta historia en escena.
Cuando seas grande… recordarás esta tarde para siempre.