Desde pequeña, Irma Tarín Castillo creció entre los aromas y sonidos de cocina que daban vida a los restaurantes de su familia. Hoy, con más de una década como chef creativa de El Farallón, mantiene viva la esencia de un establecimiento que ha acompañado a más de tres generaciones en Los Mochis, Culiacán, Hermosillo y Chihuahua.
Aunque estudió Psicología Organizacional en el Tecnológico de Monterrey, la cocina terminó por ser su verdadero hogar. Para perfeccionarse, se formó en Pangea y Pujol, dos de las cocinas más reconocidas del país, experiencia que la preparó para liderar la evolución de un restaurante con más de seis décadas de historia.
“Soy cocinera, soy mamá y esposa. Crecí en los restaurantes de mi familia. Desde que nací huelo, camino, respiro El Farallón”, expresa Irma, quien describe al restaurante como un ser fresco, alegre y siempre en búsqueda de nuevas formas de sorprender.
La clave, explica, está en el equilibrio entre la tradición y la innovación.
“Tenemos una parte muy tradicional, con los platillos que nos pusieron en el mapa, pero también hacemos platos nuevos”, destaca.
Además, subraya que la flexibilidad y la atención personalizada son parte esencial de la experiencia.
El Mar de Cortés es el alma de su cocina:
“Revisamos que el producto esté fresco, que sea el que queremos de la mejor calidad. No manejamos cualquier pescado, camarón o marisco”, afirma.
Actualmente remodelan El Farallón de Los Mochis, mientras enfrentan retos como el cierre temporal en Culiacán debido a la inseguridad. Sin embargo, la resiliencia ha sido su bandera. “El plan es reaperturar más fuertes, más listos”, comparte.
Para las nuevas generaciones de cocineros sinaloenses, deja un consejo: “Cocinen mucha cocina sinaloense, investiguen; hay muchísimas recetas y guisos que si no los cocinamos, se pueden perder”. Cada platillo que sale de su cocina honra una historia, una familia y una tierra generosa que se niega a olvidar sus raíces.