En Tijuana, Humberto Jaramillo fundó Cali Baja Ambiental en 1984. Lo hizo desde una convicción: reciclar era más urgente que rentable. “Vivimos del desperdicio”, dice, pero con una mirada que apunta a algo más importante, es la necesidad de frenar el daño ambiental desde la industria.
La empresa comenzó con plásticos y metales, pero se especializó en aluminio. Hoy, más de 30 millones de latas se reciclan al mes en sus plantas de Tijuana y Mexicali. Sus clientes son nombres grandes, como Honda, Toyota, Novelis, la recicladora de aluminio más grande del mundo. Pero lo que verdaderamente define a Cali Baja es su entramado familiar.
El liderazgo empresarial corre por las venas de los Jaramillo. Humberto Jaramillo, además de fundar Cali Baja Ambiental, ha sido una figura de relevancia en la representación industrial de Baja California, pues fue presidente de la delegación Tijuana de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra)y ocupó puestos de alto nivel a nivel nacional, como la Vicepresidencia de Maquiladora y Franjas Fronterizas y la Vicepresidencia Nacional de Delegaciones.
Su visión no se limitó a los metales, fue también presidente del Consejo Coordinador Empresarial en 2015 y 2016, y una voz activa en la integración binacional de la región Calibaja.
Esa vocación de liderazgo encontró eco en su hijo. Alejandro Jaramillo Osuna, empresario y presidente de Glorem, también ha ocupado la presidencia de Canacintra Tijuana, cargo que asumió con una agenda centrada en la transformación generacional, la vinculación educativa y la competitividad regional; recién reelecto para un segundo periodo.
Alejandro Jaramillo se formó en el Tecnológico de Monterrey, trabajó en FEMSA y volvió a casa en 2005. Durante ocho años se integró de lleno en Cali Baja, hasta que en 2013, junto con su hermana Rosa, decidió fundar Glorem, una empresa centrada en la comercialización de metales reciclados. Fue, en apariencia, una fractura. Pero no tardó en revelarse como una ramificación natural, un nuevo órgano del mismo cuerpo.
“En ese momento hubo tensiones. Pero gracias a la generosidad de mi padre, nunca se rompió nada esencial”, dice Alejandro Jaramillo.
Glorem no compite con Cali Baja, la complementa. Juntas conforman una cadena que va desde el acopio hasta el mercado global. Uno procesa, el otro conecta. Entre ambas sostienen el ecosistema reciclador del noroeste del país.
“Mi papá y yo nunca hemos tenido diferencias de visión; solo una brecha generacional”, comenta Alejandro Jaramillo.
Entre latas prensadas y contratos internacionales, entre diferencias y coincidencias, la historia de los Jaramillo es la de una familia que transformó las tensiones en expansión, en una bifurcación fértil.