Hace poco más de un año nació en Mazatlán una ginebra con espíritu artesanal y visión internacional: Monasterium Dry Gin. Su creador es Luis Quiñonez, un joven ingeniero agrónomo egresado de la UAS, que convirtió un pasatiempo entre amigos en un proyecto de vida.
Todo comenzó mientras trabajaba en una fábrica de cerveza artesanal. Movido por la curiosidad, comenzó a destilar pequeñas cantidades de gin en la finca familiar rumbo a El Recodo. Las primeras catas eran entre conocidos, en reuniones donde cada intento era una excusa para aprender y disfrutar. Tras meses de prueba y error, logró una receta con personalidad propia, nacida de la experimentación, pero también de la pasión.
Monasterium Dry Gin es un destilado refinado, con 10 botánicos seleccionados, algunos traídos de lugares tan lejanos como Egipto, India y Serbia. El resultado es una ginebra con carácter, destilada en alambiques de cobre español, sin filtrado en frío, lo que le da un distintivo tono aperlado al contacto con hielo y agua.
Con el apoyo de un socio y amigo que creyó desde el inicio en la idea, comenzaron a tocar puertas y a participar en festivales y eventos. Así, de boca en boca, Monasterium ha llegado a ciudades como Hermosillo, Culiacán, CDMX y Los Mochis.
Actualmente, comercializa su producto de 750 ml a través de redes sociales y presencia en bares de Mazatlán. El siguiente paso: exportar y escalar su distribución a tiendas de autoservicio. Para Luis, Monasterium Dry Gin es más que una bebida; es una propuesta para quienes buscan experiencias distintas, auténticas y hechas con dedicación.
“Somos un negocio familiar, hecho desde cero, pensado para un público que aprecia lo artesanal”, comenta.
Su historia demuestra que cuando el talento se mezcla con visión, incluso un hobby puede convertirse en una marca con potencial global.
A través de la página de Instagram: @monasterium_gin el mazatleco Luis Quiñonez distribuye su producto.